Cuatro años pasaron desde nuestra visita a las ruinas de San Antonio de Padua, objeto de una nota anterior (Ruinas misteriosas), donde publicamos algunas fotos y comentarios sobre este lugar, que no figura en los libros ni en internet. Tuvimos la ocasión de regresar al lugar este año, pudimos tomar algunas fotos más y obtener algo de información, así como también dar cuenta del estado de abandono y deterioro progresivo.
Las ruinas se ubican 10 km al sur de la ciudad de Simoca.
La historia del lugar se remonta al siglo XVII cuando estas tierras pasan a manos de los jesuítas donadas por Francisco de Salcedo.
Cuando los jesuítas son expulsados de America, el fundo pasa a manos de los franciscanos.
En ese contexto, a fines del siglo XIX, la familia Figueroa hizo construir el templo y convento dedicado a San Antonio de Padua.
El objetivo era que el conjunto fuera utilizado como lugar de descanso de sacerdotes y novicios, hasta el momento en que la orden construyo otra casa en Tafí del Valle, también en la provincia de Tucumán.
El edificio fue quedando abandonado con el tiempo hasta que en 1950 pasó a manos de Manuel Curia.
El edificio terminó de destruirse por un incendio.
Dos versiones circulan en cuanto al orígen del incendio, unos dicen que fue un rayo que cayó sobre el templo, otros que fue una vela dejada por devotos de San Antonio.
Ya en este estado, el Señor Curia donó el solar a la Municipalidad de Simoca.
El mismo continúa sin destino ni protección.
Casi oculto por la vegetación frondosa.
Destacamos la importancia de este lugar para la historia regional, como sitio histórico y atractivo turístico.
Vista del solar desde el oeste, tirantes de madera noble aún en su sitio.
Hornacina
Vista del solar desde el sur.
Lechucita de las Vizcacheras (Athene cunicularia) en la zona rural próxima a las ruinas.
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